martes, 17 de diciembre de 2019

Predicación dominical:. Santidad en la adoración


Santidad en la adoración

11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:11)

La palabra de Dios está llena de enseñanzas que nos exhortan a vivir una vida de santidad, ya que este es el gran proyecto de Dios en la creación del hombre (Ef. 1:4-7).
El episodio de la visita de los magos de oriente al Mesías nacido en la aldea de Belén, nos llama la atención para la necesidad de desarrollar una vida de santidad a través de la adoración a Dios. Según nos dice el evangelista mateo (Mt.2:3), el mismo rey Herodes turbado ante la posibilidad de perder su trono y la “adoración” de sus súbditos, mandó matar a todos los niños menores  de 2 años nacidos en Belén en la época de Jesús (Mt.2:16). Herodes representa la primera humanidad, la cual pretendía ser dios.
Los magos por su parte, tenían la intención sincera de conocer y adorar al verdadero Rey de los judíos. El vs. 11 nos dice que cuando entraron y vieron al niño, se postraron ante Él en actitud de adoración, y en consecuencia, prestaron un culto al Rey Jesús abriendo sus tesoros y ofreciéndoselos a Él. 
Adoración y culto, son expresiones de santidad que Jesús va a afirmar estando en el desierto en respuesta a la tentación del diablo y citando la escritura: “Escrito está, Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto” (Mt.4.10).
Adorar es una expresión del corazón y un modo de presentarnos delante de Dios. Es la única forma de relacionarnos con nuestro Creador y solo en la condición de adoradores podremos reconocer la soberanía de Dios para así, rendidos ante Él, ponernos a Su disposición para que Él obre en y a través de nosotros como Él quiere. Adorar es entender cuál es nuestro lugar y cuál es el lugar de Dios.
Prestar culto es aquello que hacemos a partir de nuestra actitud de rendición y de reconocimiento de la soberanía de Dios sobre nuestras vidas.
De forma práctica, el apóstol Pablo nos enseña  que la actitud de un verdadero adorador debe ser la misma que tuvo Cristo “quién siendo por naturaleza Dios no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los seres humanos”. (Fl.2:5-7)
La verdadera naturaleza humana es la de siervo, esta era la voluntad de Dios cuando creó al hombre, y en la persona de Jesús tenemos el ejemplo por excelencia de ser humano que sirvió en obediencia hasta la muerte y demostró con Su vida, que es ser un verdadero adorador.
Cuando queremos ser servidos en vez de servir, nos deshumanizamos y nos volvemos como Herodes, quién pretendía ser Dios.
Cuando decidimos servir en lugar de ser servidos, nos hacemos igual a Cristo, o sea, nos humanizamos y somos restaurados a la imagen y semejanza de Dios. En esta condición nuestra vida en cada detalle, en todo momento, en todo lugar, en todas nuestras relaciones, pasa a ser un culto a Dios.
Los magos de oriente decidieron en su corazón adorar al Rey Jesús y en consecuencia prestaron un culto a Él, abriendo sus tesoros y dejando lo más valioso a los pies del Mesías. De la misma forma, nosotros abrimos nuestro corazón y rendimos toda nuestra vida a los pies de Jesús, “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén” (Rm. 11:36).
¡Feliz Navidad!
Joel Martins


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