Vitoria, 20 de Octubre de 2019
Santidad, la verdadera satisfacción en Dios.
Dios desde antes de la fundación del mundo nos llamó a ser santos e intachables a sus ojos (Ef.1:4), este es Su gran proyecto y lo va a completar hasta que Cristo vuelva (Fl.1:6).
Este proceso pasa por que la imagen de Dios que fue empañada tras la caída de nuestros primeros padres sea restaurada en nosotros para que volvamos a tener comunión con Dios y para poder dar testimonio de Dios a las naciones (Gn1:26,27/ Lv. 11:44/1Pd.1:15/Dt.10:17-19).
¿Y cómo se aplica la santidad de Dios a nuestras vidas en la práctica?
Según nos enseña el apóstol Pablo en 1Co. 10:23-33 Santidad es el todo de Dios, La vida santa es todo, en todo el tiempo, en todo lugar, en todo lo que hacemos, en todo lo que tocamos, para la gloria de Dios, Desde la más trivial a la más importante cosa, circunstancia o momento de nuestras vidas, todo debe ser llevado con acciones de gracias a Dios.
Pero la santidad se manifiesta también cuando encontramos satisfacción en Dios en detrimento de la satisfacción que ofrece el mundo. En el pasado, el pueblo de Israel abandonó a Su Dios andando según sus propios caminos, o como dice el profeta Jeremías, cavaron para si sus propias cisternas, cisternas rotas que no retenían el agua y por ello Dios se enojó y expuso su pecado con el fin de que recapacitaron (Jr.2:12,13).
De este pasaje del profeta Jeremías una pregunta emerge: ¿Por qué el ser humano prefiere probar las aguas contaminadas de una cisterna rota a quedarse cerca de la fuente de agua viva? Porque posiblemente no ha entendido o no ha experimentado el incomparable placer que hay en el camino de la santidad.
A lo largo de los años nos han enseñado que el mundo es un lugar alegre que conduce al final al infierno y que la santidad es un camino aburrido que conduce al cielo, pero esto es una mentira que nos han contado, no pasa de una caricatura del evangelio. No se trata de comparar la satisfacción del mundo con la insatisfacción del camino de santidad. Se trata de comparar la satisfacción que produce las aguas putrefactas de las cisternas rotas del mundo contra la satisfacción que produce la fuente de agua viva de en el camino de santidad.
El pecado se presenta como algo apetecible y puede incluso producir una satisfacción momentánea, pero este es un tipo de placer esclavizador, deshumanizador, que genera dependencia enfermiza y un estado de culpa y frustración permanente, que poco a poco va drenando a uno las fuerzas, que sabe a muerte y que desdibuja la imagen de Dios en nosotros. En proverbios 14:12 encontramos la siguiente afirmación: 12 Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte.
Pero Dios nos está diciendo, Salid de ahi, tomad mi mano y venid conmigo a la fuente de agua viva, porque aquí hay plenitud de gozo (Sl.16:11), porque aquí toda tu culpa va a ser perdonada y lanzada al fondo del mar, porque aquí toda tu frustración va a ser cambiada por satisfacción plena y constante, porque aquí en el camino de la santidad hay un placer que no puede ser comparado con el placer que ofrecen las aguas contaminadas de las cisternas rotas de este mundo.
El Salmo 43:4 dice lo siguiente:
4 Allí iré al altar de Dios, a Dios mismo, la fuente de toda mi alegría.
¡Santidad, es tener satisfacción en Dios! Este es el desafío que la palabra nos plantea en el camino de la santidad, que identifiquemos las cisternas rotas que existen en nuestras vidas, que las destruyamos y que desde hoy y a cada día acudamos a la presencia de Dios porque Él es la fuente de toda nuestra alegría.
¡A Él sea la gloria!
Joel Martins Rodrigues
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